martes, 23 de agosto de 2011

Si en un momento puedo contar los ladrillos de un edificio, tu podrias contar los restos de mi corazón.


Soy como Hansel y Grettel que en vez de tirar trozos de pan para recordar el camino yo tiro trozos de corazón, ya me quedé sin nada, en mitad del camino del bosque de Caperucita Roja, sentada hablando con el lobo de los Tres Cerditos, comiendo la manzana de Blancanieves, acariciando al gato de Alicia en el País de las Maravillas, sonriendo por como me mira Sebastian el cangrejo de la Sirenita y como acecha el tigre de Yasmine con la lámpara mágica de Aladín. Se me acabó la suerte y en un ataque de mal humor me quito los zapatos de cristal de la Cenicienta y los destrozo chocando contra un árbol de Narnia, se queja pero yo no le hago caso. Busco en la cesta de mimbre y encuentro los zapatos rojos de la niña del Mago de Oz, ya está, solucionado, por fin algo de suerte, pero suerte de esa que se compra, no de la que regalan. Me lebanto después de haberme puesto los zapatos, doy una colleja al lobo de los Tres Cerditos y salgo corriendo riendome sonoramente, me topo con una ensenada y la torre de Rapuncel en el centro, abajo una hombre vestido de azul y una corona rota. Uno de los hijos del burro y la dragona de Shreek duerme a la entrada de la torre y el tiburón de Peter Pan está medio dormido en la fosa. Entro por la puerta y alguien parece llorar, es el fantasma de Merttel la llorona en la peli de Harry Potter, voy a consolarla, pero no me da la gana, aparece Campanilla, la agarro por las piernas y la ajito para que heche más luz, es una buena linterna ecológica. Llego a la puerta más alta y con la espada de Escalibur la abro. Está el sapo de Tiana y el Sapo encima de la cama colocado como la Bella Durmiente, voy a darle un beso y antes de nada se despierta, le agarro y le meto en el bolso de Mary Poppins. Y con otro sapo en mi bolsa me largo encima del pegaso de Hércules.

No hay comentarios:

Publicar un comentario